La capacidad de maravillarse no cae del cielo.
Le son imprescindibles cuatro virtudes: EL DESEO, EL VALOR, LA PERSEVERANCIA Y LA GRATITUD.
Todo milagro se inicia con un deseo, un anhelo de ir hacia la vida.
Jesús preguntaba ¿Te quieres curar?
Después hay muchos modos de validar la solidez de ese deseo:
El primero es no dejarse abatir por las dificultades, resistir en la adversidad. Eso exige valor.
El segundo es no dejarse abatir por el éxito: aquel que triunfa no debe detenerse, sino seguir avanzando.
La perseverancia es la esencia misma de la creación. Dios no creó el mundo un día, de una vez, sino que lo crea constantemente. Nos toca a nosotros empezar, volver a empezar una y otra vez.
Finalmente, una vez que nuestro deseo se ha colmado, tenemos que dar las gracias.
No dar las gracias no es solo de mala educación, es violento sobre todo.
Un mundo sin gratitud es un mundo sin compasión.
Decir “gracias” es también una manera de cerrar las cosas para que puedan suceder otras nuevas.
La conjunción de estas cuatro virtudes obra verdaderos milagros.
Bertrand Vergely